Máquinas de bypass que se apagan, llantos de bebé que resuenan. Cuños que caen sobre las hojas para negar y censurar; kilobytes que llevan mi voz por Internet sin necesidad de moverme. Alguien que me mira ceñudo mientras habla por el walkie-talkie del control. Un pájaro llamado Twitter me alza entre sus patas. Oficinas con gente uniformada que confirman “usted no puede viajar por el momento”, si bien ya estoy a miles de kilómetros de aquí, en ese mundo virtual que ellos no pueden comprender ni cercar.
(Publicado em Generación Y)
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